Revista Avicultores – La industria que nutre a Colombia.
Resulta relativamente fácil señalar los efectos negativos que pueden derivarse de un Tratado de Libre Comercio y más con las voces de proteccionismo que rondan el planeta en la actualidad. No obstante, los tratados comerciales en sí mismo no determinan nuestra capacidad competitiva, cada país tiene una ventaja comparativa frente a otros y es necesario desarrollar una plataforma para el impulso competitivo, tanto en el mercado interno como externo.
Una gran parte de la responsabilidad de esta competitividad la tienen los gobiernos que deben ajustar o modernizar los modelos de desarrollo, particularmente en lo que respecta a los bienes públicos como la infraestructura (vías, puertos, aeropuertos), salud, seguridad, etc., pero los empresarios también tienen un rol que cumplir operando bajo una economía de mercado como la colombiana. Ahora bien, en lo referente a la agenda pública aún está a media marcha, y esto, es una responsabilidad de todos.
El ‘status quo’ puede ser una opción para algunas empresas, es decir producir sin pensar en procesos de mejora continua para mejorar la competitividad, invertir en investigación y desarrollo, desarrollar nuevos productos, mejorar la productividad, o sencillamente recibir subsidios de forma permanente. Es más fácil, como productor, endosar la responsabilidad al Estado e indicar que mis costos de producción son altos, razón por la cual se requiere que se garantice una rentabilidad mínima y surgen propuestas de cierre de fronteras, no importando que el consumidor se vea afectado. Siendo el verdadero reto asumir y enfrentar el mercado conjuntamente.
Como sector avícola estuvimos en la primera fila de quienes manifestaban sus preocupaciones frente al TLC con Estados Unidos, pero al final, los productores se convencieron que también se ganaba asumiendo el reto de competir. A finales del año 2012, punto de inicio de la apertura comercial con Estados Unidos, la capacidad de compra de un salario mínimo de un consumidor colombiano, medido en productos avícola, era de 100 kilogramos de pollo o 2.196 huevos. Hoy, esa capacidad de compra supera los 120 kilogramos de pollo o los 2,625 huevos. Como si fuera poco, el precio real de estos productos, es decir, descontando la inflación, es equivalente al de hace dos décadas. Al final, en postacuerdo se ha logrado una tasa de crecimiento promedio mayor superior al 4% año, resultado de pasar de la preocupación a la acción.
La oportunidad del TLC, que en la práctica es el acceso a mercados de exportación, también está en la construcción de la agenda interna, bienes públicos que contribuyan a la modernización del aparato productivo. Aún estamos distantes de los objetivos meta identificados hace una década. De cara a configurar un objetivo exportador, se requiere robustecer el presupuesto del ICA para lograr el estatus sanitario que nos permita avanzar en la apertura de mercados. Posponer su fortalecimiento nos lleva por el camino de aplazar las oportunidades que generan los TLC.
Por el lado de las materias primas, recogemos un planteamiento del exministro de agricultura Carlos Gustavo Cano: Colombia tiene la oportunidad para “impulsar un modelo competitivo de sustitución de importaciones”. No se trata de comprar nacional per se: el reto va orientado a articular, de un lado, una demanda potencial que genera el mercado doméstico, y de otro, no afectar a los consumidores. Y, desde luego, crear todas las condiciones para impulsar un equilibrio competitivo de los productores, eje hacia donde se debe enfocar todo el apalancamiento de lo público, propiciando el espacio para integrar a pequeños, medianos y grandes productores, es decir, el conocimiento y capital, con los factores tierra y mano de obra.
Partimos de la base de que el presupuesto que opera el Ministerio de Agricultura siempre se quedará corto ante las necesidades de desarrollo país. De allí que se debe sembrar para cosechar, es decir, invertir en el desarrollo para llegar al momento donde ya no sea necesario enseñar a pescar.