Sector agropecuario, una agenda prioritaria

Por: Gonzalo Moreno Gómez

Presidente Ejecutivo de Fenavi

@gmorenogo

Hoy más que nunca la agenda del sector agropecuario ha dejado de ser una prioridad marginal en los países del mundo, a raíz de la pandemia, el desajuste en la cadena de abastecimiento global y la guerra propiciada por la invasión de Rusia a Ucrania. Hasta el mismo modelo de la globalización ha entrado en un proceso de reingeniería.

En plena pandemia, cuando los alimentos estaban disponibles para los consumidores y no existía crisis de oferta, se escuchaban voces señalando que, el renglón agropecuario era resiliente y le cumplía al país en los peores momentos. Luego, los productores afrontaron un proceso disruptivo: los bloqueos a las vías, pero que no llegó a una renovación radical en su actividad, sino a una afectación de escala mayor en los ciclos productivos agropecuarios, desde la papa hasta el huevo, entre muchos productos.

Al final, después de tres décadas de observar un proceso deflacionario, nos encontramos una situación que no sólo le preocupa a nivel local: la inflación, pero de esta, lo que más llama la atención es lo que viene aconteciendo con el precio de los alimentos, situación que ha logrado ser un punto de relevancia en la agenda de los candidatos a la presidencia, en especial, por que ello se traduce en pobreza.

Y es aquí en donde se hace vital pensar en el desarrollo de una despensa de alimentos, no sólo para garantizar la seguridad alimentaria de los colombianos, sino para pensar en la posibilidad de abrir nuestras puertas al mundo con la exportación. La oportunidad no sólo queda a disposición para proyectar un modelo de sustitución competitivas de importaciones, dada la magnitud de alimentos e insumos que importamos, sino para aprovechar el desabastecimiento de alimentos en diversas latitudes del mundo.

Oportunidad que solo sería aprovechable si se parte de la premisa de que la seguridad alimentaria se logra, no sólo con la economía campesina y de auto subsistencia que requieren acciones particulares de política, sino con modelos de economías de escala, es decir, desarrollando las oportunidades de inversión para atraer capital, nacional e internacional, focalizado hacia la producción de alimentos.

Un modelo de esta naturaleza implica pensar en garantías que en otros países no serían relevantes como: i) la seguridad jurídica en la propiedad de la tierra, en transición o definitiva; ii) garantías para que producción y distribución de alimentos puedan utilizar la infraestructura pública (vías, puertos) sin interrupciones que la pongan en riesgo; iii) desarrollo de una banca de inversión sólo para proyectos orientado a la producción de alimentos; iv) fortalecimiento de la institucionalidad agropecuaria, integrando funciones, o creando ventanilla únicas.

En paralelo, también se debe profundizar en una estrategia orientada hacia el pequeño y mediano productor, con especial énfasis hacia esquemas agro empresariales, promoviendo que no tengan que asumir riesgos de mercado y propiciando además, una generación de empleo formal en lo que ello implica (salud, riesgos laborales, pensión, etc.).

La mejor seguridad alimentaria ocurre cuando se tiene capacidad exportadora, dado que presupone que ello garantiza la oferta local, y, en especial, a precios competitivos, lo que lleva implícito la necesidad de contar con una oferta amplia de alimentos con el menor impacto inflacionario posible, con un doble efecto, de un lado, generar empleo en un renglón de la economía como el sector agropecuario en donde la demanda es baja, y de otro, garantizar una oferta alimentaria a la población colombiana a precios competitivos.

Contexto en el que entidades como el ICA e Invima deben contar con las herramientas que permitan fortalecer su capacidad institucional, pensándose incluso en fusionar estas entidades en lo que respecta al sector pecuario, para tener una verdadera estrategia de la “granja a la mesa”, y bajo el complemento de una política pública de infraestructura para la producción en donde el Ministerio de Transporte y el Ministerio de Vivienda cuenten con una dirección o viceministerio para el renglón agropecuario, y con un Ministerio de Agricultura que de espacio a la grande y mediana empresa agropecuaria para la producción de alimentos a escala, que permita la sustitución competitiva de importaciones a corto y mediano plazo, con generación de empleo formal, de la mano con el desarrollo de una diplomacia sanitaria comercial en el nuevo contexto global que afrontamos.

Estos son algunos puntos que deben conformar una agenda prioritaria para el sector agropecuario. No son de poca monta y requieren de la mayor atención posible.