“Un día pensé: a los niños ajenos hay que cuidarlos como hijos”

Entrevista a Zulma

A través de su Corporación Senderos de Esperanza, Zulma Manyoma lidera un proyecto social en beneficio de los hijos de las madres solteras que son cabeza de familia en el barrio Patio Bonito. 80 pequeños están bajo su cuidado.

Zulma Manyoma es una mujer de retos. De sueños que parecen imposibles, pero que logra convertir en realidad. De palabra fácil, esa que aprendió a sacarle provecho cuando recorría las calles de Cali y Bogotá vendiendo un poco de todo: aspiradoras, tapetes, filtros para el agua, su trabajo limpiando residencias. Eran su sustento diario, golpeando las puertas de las casas donde le abrían con desconfianza, pero su arrolladora personalidad rompía cualquier barrera y los productos los vendía con facilidad.

 

Su vida de vendedora de puerta en puerta la cambió por un trabajo en el Bienestar Familiar que muy pronto le abrió todo su corazón en favor de los cientos de niños que hoy ayuda. De ahí. Dio el paso más importante en su vida: liderar la Corporación Senderos de Esperanza, en el barrio Patio Bonito de Bogotá, uno de los sectores sociales más vulnerables de la ciudad.

 

Todo empezó en el 2006 con un único objetivo: ayudar a las madres cabezas de familia a educar a sus hijos a través de un jardín donde reciben pequeños de uno a cinco años, les brindan cuidado, alimentación y una formación integral. Las puertas están abiertas de lunes a viernes y las madres hacen un pequeño aporte para que sus hijos estén en buenas manos mientras cumplen con sus labores de trabajo.

Al frente del proyecto está Zulma, que maneja todos los hilos de la organización. Su trabajo social ha sido una bendición para las madres solteras y ella saca tiempo de donde no lo hay para que la fundación, tenga los recursos suficientes que busca por medio de ayudas en las empresas. Su trabajo es sin ánimo de lucro y el resultado es en beneficio de los pequeños que están como en casa.


Avicultores:
¿Hace cuánto llegó a Bogotá?

Zulma Manyoma: Yo soy de Dipurdú de Guasimo, Chocó, pero viví en Cali porque mi familia materna estaba allí radicada. Luego me desplacé a Bogotá en busca de encontrar trabajo. Trabajé en muchas cosas: casas de familia, después vendía aspiradoras, tapetes, filtros de agua de todo.


AV:
¿Cómo llegó a la corporación que ahora lidera?

Z.M. : Fui madre comunitaria, trabajé con Bienestar Familiar. Vivíamos en Rafael Uribe, un barrio de bajos recursos. Llegaba mucha familia desplazada, de todos lados, los niños quedaban solos y yo me quedaba en mi casa, me di cuenta de la necesidad que había de que existiera un jardín. Hice el curso de madre comunitaria, lo pasé y me dieron un jardín de medio tiempo, donde tocaba cuidar los niños desde las ocho de la mañana hasta a 12 pm, pero después de medio día no había nadie que los siguiera cuidando. Manifesté eso en el Bienestar Familiar, pero me dijeron que no habían más cupos y los alimentos no me alcanzaban para todos. Cuando Bienestar Familiar venía a hacer la visita me ponía problema para los 21 niños así tuviera la alimentación de los demás. Después me encontré a otra señora y me dijo, “No Zulma, te veo mejor con una corporación”. Para no estar escondiendo a los niños cada vez que venía la visita oficial y no tener que seguir racionando la comida, entregué el jardín a Bienestar Familiar y me formé como corporación.

Avicultores: ¿Cómo fueron esos inicios?

Z.M. : Hace 13 años empezó este sueño llamado Corporación Centros de Esperanza, lo hice tan pronto me formé como madre comunitaria. Los inicios se dieron a raíz de un encuentro con Julio Hernán Sánchez Roa, un amigo que nos apoyaba mucho en el Bienestar. Él hacía un gran servicio social, apoyaba los barrios de menos recursos e iba los fines de semana y me dejaba encargada de las familias que tenían necesidades. También me apoyó la señora María Clemencia Rovira, quien fue mi pilar, me ayudó muchísimo. Me dijo, “Zulma búscate una casa “. Yo no la conocía, me contactó en un momento en el que me habían hecho una operación y estaba en la clínica. “Cuando salgas búscate la casa que necesites”. Cuando salí de la convalecencia encontré sillas, mesas, todo, entonces, busqué la casa y la montamos. Me ayudó a hacer los papeles y con Julio y montamos la Corporación Senderos de Esperanza.


AV:
¿Nació aquí en Patio Bonito?

Z.M.: No, en el barrio Rafael Uribe y de allá nos vinimos para acá. Iniciamos como un hogar de paso, duramos dos o tres meses, lo que duraba traer los documentos de los niños que venían desplazados. Eso se logró con ayuda del cura y el alcalde, fue una dificultad muy grande.


AV:
¿ Eran niños en condición de desplazamiento?

Z.M.: Exactamente, en ese tema no tuve acuerdos con Bienestar Familiar, porque eran niños que no tenían los documentos. Yo decía, pero esos son los que están necesitando, un niño que tiene sus documentos es porque su papá trabaja, esa no era la condición de los niños de mi Corporación. Queríamos pagarles colegio, la salud, buscábamos a los pequeños que tenían esa necesidad. Entonces, nos comunicábamos con el cura y con el alcalde del pueblo y hacíamos que los documentos llegaran. Esa era la condición.

AV: ¿Con cuántos niños empezó y cómo funciona la asistencia de la corporación?

Z.M.: En ese entonces existían 70 niños en la corporación, pero estábamos en otra localidad. Hoy tenemos 80 niños dentro del programa de nutrición. Y además, tenemos otro programa donde hay 130 niños. Nuestra ayuda es en alimentación, en apoyo en tareas y cuidado. Trabajamos toda la semana.


AV:
¿Cómo es la enseñanza ancestral para los niños?

Z.M.: Les enseñamos el tema de las plantas y su cuidado. Sobre las plantas medicinales, para qué sirve la hierbabuena, el poleo, la albahaca. El significado del color de nuestra piel, no quiere decir que vengamos de otro planeta, el significado de nuestro el pelo, las trenzas, el turbante, los tambores y las maracas.


AV:
¿El tema del turbante tiene un significado especial?

Z.M.: Sí, el turbante tiene un nudo al lado derecho, es porque la mujer es casada, si el turbante lo tiene al lado izquierdo, entonces es soltera.

AV: ¿Usted comentaba que el consumo de carne es de dos a tres veces por semana. Quién elabora las minutas de la dieta? 

Z.M. :La nutricionista del banco de alimentos, viene con todos los rigores de   la preparación y los días que se debe programar las raciones.


AV:
¿Y el pollo le gusta a los niños?

Z.M.: Sí, se nos facilita más darle a los niños pollo que carne, porque comen más rápido y les gusta más. Les damos pollo tres veces a la semana.


AV:
¿De dónde viene ese don de servir a los niños?

Z.M.: Trabajaba y al mismo tiempo me encargaba de cuidar a mis hijos. Mi esposo siempre trabajaba. En esa época había muchos deslizamientos por las lluvias. Me di cuenta que los niños del barrio se quedaban solos y en un barrio de invasión se corre muchos peligros. Un día pensé que a todos esos niños ajenos había que cuidarlos como hijos.

Como parte de la campaña del Día Mundial del Pollo, Fenavi benefició a 2.000 niños en estado de vulnerabilidad, de los cuales 80 niños fueron de la Corporación Senderos de Esperanza. Estos menores han recibido cerca de 15 mil kilos de pollo, representadas en 216 mil porciones durante el último año y gracias a la campaña social ‘Pollo Share’

AV: Y, ¿su familia?

Z.M.: Mi esposo trabaja en una empresa de seguridad. Tenemos 30 años de estar juntos. Tengo tres hijos. MI hijo trabaja con la policía y mis dos hijas estudian, una está estudiando en la Universidad y está becada y la otra está próxima a terminar el colegio.


AV:
¿Qué mensaje le manda a mujeres de Colombia, que son líderes como usted?

Z.M.: Vamos para adelante, no decaigamos, sigamos luchando con el compromiso que nos hicimos nosotras mismas de no solo sacar nuestros hijos adelante, sino sacar a todos los hijos de nuestro entorno. Esos hijos de todas esas mamás que no tienen esa fuerza, y que no han tenido esa capacidad de que ellos vayan por un buen camino. Nosotras estamos ahí para eso.


AV:
¿Cuál es su sueño?

Z.M.: Es grandísimo: tener una casa muy grande para tener más niños y que podamos contar con un apoyo sostenible. No quiero estar pensando todos los años si nos van a ayudar con los alimentos o no, nunca es seguro que el siguiente año tengamos el apoyo. Entonces estamos haciendo algo desde nuestra organización que es pagando una casa para sostenernos nosotros mismos.


AV:
¿La corporación está comprando una casa?

Z.M.: Exactamente. Nosotros operábamos aquí en un salón comunal, y teníamos todo revuelto. Fue entonces cuando el banco de alimentos nos llamó y nos dijo que nos iba a apoyar en la alimentación y que nos iban a dar cereal. Pensé, tenemos cereal pero ahora no tenemos leche. Nos dijeron que no, que era todo completo. Ahí me dije: si nos ayudan con todo vamos a ahorrar para comprar esa casa. Entonces con el aporte que los papitos nos daban y con lo de los mercados, reunimos la plata inicial y la consignamos. Ahora en el Fondo del Nacional del Ahorro nos hicieron un préstamo para pagar la casa. Ahí siguen nuestros sueños.